2 de febrero de 2010

El poder de las palabras


Es increíble la capacidad que tiene el ser humano para influir sobre otros. No sólo lo puede hacer mediante el uso de la fuerza, sino también mediante las palabras. Y es que el lenguaje, como el afamado escritor, sobre cuestiones postcoloniales, Ngugi Wa Thiong'o dice, es más que un simple medio de comunicación, es aquello que nos ayuda a crear esa percepción del mundo con la que crecemos, además de alojar los principios morales por los cuales vivimos nuestra vida.

Sí, el lenguaje, según este empleado, puede modificar nuestras creencias y valores; pero, pienso, que no sólo el uso de las palabras es aquel que influye en nuestros cambios sino también el tipo de personas que lo empleen. Es decir, hay personas que están más capacitadas para modificar ese mensaje y, así, emplearlo en beneficio propio. Sé que es muy teórico pero, en realidad, la práctica es muy sencilla: imaginemos a una persona que siempre afirme que tiene los principios muy claros, que sus decisiones son las más firmes que se puedan encontrar y, además, que sus opiniones son siempre las mismas pues no varía sus argumentos y afirmaciones con facilidad. Lo que ocurre entonces es que una persona, una persona capaz de modificar el lenguaje, de utilizarlo en beneficio propio, aparece y, poco a poco, con sus argumentos hace que esa persona de "principios" cambie su modo de ver las cosas, cambie sus costumbres e, incluso, cambie su personalidad.

Desgraciadamente, esto siempre ha ocurrido. Siempre va a haber alguien que influya, para bien o para mal, sobre los demás pero, sobre todo, siempre va a haber alguien tan débil de mente, tan vacío de personalidad que se aferrará a esa persona con todas sus fuerzas, que cerrando los ojos se dejará guiar, como un pastor guía a su rebaño. Esto hace que te preguntes como puede haber gente que se dedique a criticar a otros solamente por pertenecer a una de estas "modas" urbanas o simplemente por el modo de vida que llevan, cuando ellas son las primeras que no tienen una opinión fija sobre las cosas, que tan pronto cambien sus pensamientos cuando son mejores aceptados dentro de su grupo social.

Sí, es lamentable, pero, desgraciadamente, no se puede cambiar el mundo.

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